
Pero, ¿cómo logramos una reactivación educativa que implique correr el cerco en relación a lo que teníamos antes, centrada en la comunidad, y con la fuerza suficiente para no solo recuperar los niveles de aprendizaje previos a la pandemia, sino superarlos? Con innovación educativa, porque la magnitud del desafío nos interpela a buscar nuevas formas y estrategias para enfrentar esta causa país.
Entendemos la innovación como un proceso que sistemática y creativamente busca abordar un desafío para la mejora educativa con pertinencia local y de forma colaborativa, orientada al aprendizaje significativo e integral, con protagonismo de las y los estudiantes. Así, la innovación no es un fin en sí mismo, sino un medio para que niños, niñas y jóvenes aprendan más y mejor, fortaleciendo el sentido de propósito y disfrutando la maravillosa experiencia de descubrir y consolidar nuevos conocimientos, habilidades y actitudes.
De esta manera, la innovación no es un accesorio al quehacer educativo, sino un imperativo para la mejora. Los problemas que agudizó la pandemia requieren repensar nuestras estrategias pedagógicas, tanto para lograr la recuperación como para dar un paso más y avanzar hacia un mejor estado educativo. No podemos seguir haciendo lo mismo si queremos llegar a otro lugar.