Hace bastantes años, cuando observábamos clases de docentes utilizando tecnologías digitales, lo más común era el uso de presentaciones con los contenidos de la clase que, sólo en algunos casos, incluían videos o animaciones. Al observar clases hoy, además del uso de presentaciones, es común escuchar frases como “vayan a la Internet y busquen ejemplos de estos contenidos”, “les dejé esta presentación en la plataforma para que la revisen con calma”, “les dejé la guía en la plataforma”, “si tienen preguntas, las pueden hacer por el chat del curso”, “me mandan su tarea por correo antes de la próxima clase”, etc.
Esta creciente “digitalización” de la interacción entre docentes y estudiantes, resulta interesante y, si bien, constituye un enorme potencial, también conlleva riesgos, especialmente cuando las competencias necesarias para hacer un uso apropiado y efectivo de las tecnologías digitales aún constituyen un desafío.
Como sabemos, la internet es una fuente prácticamente inagotable de contenidos, sin embargo, no todos estos contenidos son correctos, completos o reales. Si bien esta no es razón para dejar de utilizarla, sí requiere que docentes y estudiantes sepan evaluar qué tan confiable es la información que proviene de internet y cuenten con estrategias para identificar aquella que definitivamente es falsa. Lamentablemente, al menos respecto a las y los estudiantes, los resultados de la encuesta aplicada el año 2023 por el Instituto de Informática Educativa de la Universidad de la Frontera, muestran que una gran mayoría de estudiantes no ha aprendido a identificar la veracidad de la información en internet, y a una buena parte le resulta difícil, o no sabe, evaluar la confiabilidad de los sitios que encuentran. A esto se suma la posibilidad de copiar y pegar directamente de internet respuestas a tareas, que en muchos casos resulta difícil de detectar para los/as docentes. Algunas recomendaciones para evitarlo consisten en utilizar preguntas y tareas que requieran una elaboración individual, lo que, en la práctica, no resulta fácil de hacer y los ejemplos disponibles en los textos escolares podrían ser insuficientes.
También se están ampliando los espacios y tiempos de las actividades de enseñanza y aprendizaje utilizando medios digitales para interactuar. Esta práctica puede traer muchos beneficios, permitiendo personalizar la enseñanza y mejorar/nivelar los aprendizajes, pero es necesario que las y los estudiantes cuenten con habilidades para autorregularse y sean conscientes de cómo aprenden mejor. Ciertamente este es un supuesto que resulta necesario validar, ya que, según los resultados de las observaciones realizadas, la enseñanza de estrategias de aprendizaje a las y los estudiantes es muy poco frecuente.
Si bien los riesgos descritos no son nuevos, lo preocupante es que en la mayoría de los establecimientos no se están abordando, ya que, según lo declarado por directores en PISA 2022, sólo un 37% de las y los estudiantes chilenos accede a programas específicos que los prepara para un comportamiento responsable en Internet, en comparación a un promedio del 64% de los y las estudiantes en los países de la OCDE (OECD, 2023).
Lo planteado muestra la necesidad de desarrollar competencias digitales más avanzadas para aprovechar la información en internet y de profundizar en la manera de utilizar las interacciones digitales para ampliar y potenciar la enseñanza y el aprendizaje, para lo cual son necesarias políticas y acciones que preparen a todo el sistema escolar para una ciudadanía digital.
Enrique Hinostroza
Director de Investigación e Innovación del Instituto de Informática Educativa
Universidad de La Frontera (IIE UFRO)
