
En todo proceso educativo la toma de decisiones es una constante, que involucra a actores, ámbitos y recursos que forman parte del quehacer educativo. La innovación pedagógica no es la excepción.
El diseño e implementación de toda innovación, necesita de la organización con sentido pedagógico de tiempos y espacios, así como de los recursos materiales, profesionales y humanos con los que cuenta la institución. En las comunidades escolares, donde los tiempos y recursos son limitados y el abordaje de desafíos de aprendizaje es permanente, movilizar nuevos procesos implica un esfuerzo importante, por lo tanto, qué innovación pedagógica diseñar y, cómo abordar su desarrollo, monitoreo y ajuste no es trivial.
En este contexto, la evaluación se convierte en una aliada fundamental. Actúa como una brújula que orienta la toma de decisiones sobre el propósito y el rumbo de la innovación pedagógica, permitiéndonos responder preguntas clave como: ¿hacia dónde vamos? respecto de los aprendizajes deben lograr las y los estudiantes, ¿dónde estamos?, en base a lo cerca o lejos se encuentran las y los estudiantes del logro de aprendizajes, y ¿cómo seguimos? permitiendo realizar los ajustes necesarios a la enseñanza y planificación para que las y los estudiantes sigan avanzando.
Un proceso de evaluación con sentido formativo posibilita la recolección de evidencia de aprendizaje variada y suficiente. Basándose en criterios pedagógicos y un propósito formativo, permite a los docentes identificar y comprender de forma oportuna los logros, avances y brechas de aprendizaje. Esto, a su vez, nos permite abordar de manera contextualizada y diversificada las trayectorias de aprendizaje de los estudiantes, centrándonos en sus necesidades formativas y oportunidades de mejora, promoviendo así su resguardo, progreso y fortalecimiento.
A su vez, el análisis de la evidencia recolectada permite desarrollar y sustentar instancias de retroalimentación tanto respecto del aprendizaje, como del proceso de innovación. Así, la evaluación permite orientar la innovación pedagógica tanto en su diseño, como en su implementación y ajuste, aportando información clave sobre qué priorizar, qué está funcionando y cómo ajustar. Respecto de los aprendizajes, permite contestar una serie de preguntas referidas al propósito formativo de la innovación: ¿cuáles son las habilidades y conocimientos más y menos desarrolladas por las y los estudiantes? ¿en qué procesos requieren mayor apoyo? ¿qué necesitan las y los estudiantes para fortalecer su aprendizaje? ¿qué componentes curriculares resulta prioritario reforzar?
Por su parte, respecto de la innovación misma, la evaluación permite monitorear aspectos clave de la implementación de la innovación, y levantar elementos y focos de ajuste: ¿qué de lo que he implementado parece tener mayores y mejores resultados? ¿cómo la innovación contribuye a la aproximación que tienen los estudiantes a los procesos de enseñanza y aprendizaje? ¿qué componentes de la innovación es necesario ajustar para fortalecer los aprendizajes en vías de desarrollo?
La evaluación puede ser una verdadera brújula para la innovación, constituye una herramienta que contribuye a direccionar y dar sentido a la trayectoria de aprendizaje de las y los estudiantes. No desperdiciemos la oportunidad[1].
Tamara Rozas Asssael
Coordinadora de Evaluación y Estándares, Unidad de Currículum y Evaluación
Ministerio de Educación
[1] Pare conocer recursos sobre evaluación elaborados por el Ministerio de Educación, revisar Evaluación Formativa